Ainara
Los videojuegos son uno de los juguetes favoritos de los niños y por ello es necesario tenerlos en cuenta. Todo juego, con una buena orientación, es educativo. ¿Por qué no han de serlo, entonces, los videojuegos?

Los videojuegos tienen una historia bastante corta. En los años setenta fue la época en la que más comenzaron a desarrollarse, hasta el punto de que actualmente podemos jugar utilizando nuestro propio cuerpo como si fuera el mando. 

Tal avance no hubiera sido posible si no fuese algo lúdico, entretenido, adictivo, divertido y agradable para las personas que juegan. 

¿Por qué gustan tanto los videojuegos a los niños? Parece ser que puede deberse a la libertad que tienen ellos dentro de ese mundo fantástico en el que pueden hacer que su personaje haga lo que quieran, sin que nadie les obligue a hacerlo ni les reprochen por ello. Los niños encontrarían en los videojuegos esa libertad que muchas veces les es quitada en la vida real, en la que no pueden moverse, hacer y deshacer a su antojo, ya que están siempre limitados por una serie de normas que, en muchas ocasiones, son excesivas e incluso irracionales. 

Además, los videojuegos plantean una meta a alcanzar y retos que superar para llegar a ella. El niño ve esa meta alcanzable y eso es lo que más le motiva a seguir jugando. A medida que supera los diferentes retos, el niño va recibiendo una gratificación (un logro, un objeto...), hasta llegar al final del juego, donde la autoestima crece de una manera increíble. 

Esa autoestima también le favorece en sus relaciones sociales y en los problemas que se va encontrando en su día a día. 

El problema lo encontramos cuando vemos que la escuela no consigue causar en el niño esa sensación, esa motivación, esa adicción, ese interés y ese aumento de autoestima. Los videojuegos tienen algo que la escuela no tiene, y ese algo es lo que haría que los niños disfrutaran más asistiendo a clase y aprendiendo. 

Existen muchos tópicos sobre las reacciones adversas que provocan los videojuegos en los niños, pero todos ellos han sido estudiados detenidamente y se ha llegado a la conclusión de que, con una buena orientación, guía y acompañamiento por parte del adulto, se puede conseguir que ninguno de esos efectos adversos se haga efectivo. 

En definitiva, los videojuegos son muy beneficiosos para aumentar la creatividad, imaginación, fantasía, motivación, interacción y autoestima de los niños. Además, se pueden emplear también como terapia de muchas maneras. 

¿Por qué no aprovechar todas estas ventajas?




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